Carlos Pinedo Texidor
730 - Un sarao muy mallorquín.
Cuando hablo con Mer sobre la idiosincrasia española suelo referirme al Tiny Desk de C.Tangana. He escrito muchas veces que la vida en torno a una mesa y lo que supone para nuestra cultura mediterránea cobra vida en esas canciones de Pucho, pero no está de mal recordar aquel: Las cosas que mi gente quiere. Son las cosas que siempre he querido (ole, agua). Una copita pa' brindar. Y otras dos pa los dos que vienen contigo
La isleña a la que veré el jueves después de dos semanas de amor en la distancia me suele preguntar si la música es esencial en los saraos españoles. Y yo, que tiendo a exagerar le he debido vender que todo evento con comida requiere varias guitarras, o al menos eso es lo que esperaba cuando le he ido mandando fotos.
Hoy, en el último sábado de mi verano, y el primero para otros tantos jóvenes, he acudido con mis padres y mis hermanos a un sarao mallorquín. Una celebración a la vida que sin entrar en mucho detalle me ayuda a aceptar que las multitudes me agobian, y que la discreción del Báltico ha calado en mí.
Enarbolando mi camisa de flores de dos duros de un mercadillo de Tallin he hecho gala de la conversación cordial y paciente. Navegar en las aguas de la socialización española (y en concreto la de mis queridos mallorquines) requiere una destreza que mis hermanos y padres dominan, y a mí me consume.
Los saraos, especialmente aquellos con mallorquines e hijos adoptivos de la isla son eventos que para el extranjero podrían parecer caóticos, pero si se observa con detenimiento, no son más que un ordenado baile de cordialidad y esporádica incorrección al son de una guitarra y mucha comida.
Sábado 12 de agosto de 2023
Mallorca, España
Recuerdo #730
