Tallin disfruta de sus días cambiantes. Estoy seguro del divertimiento de la ciudad en la que vivo. No encuentro otra forma de explicar el incesante sol que deja paso a la fresca niebla. Las nubes aparecen en días claros e incluso en pocos minutos lo que era azul turquesa deja paso a un gris carbón.
Cuando uno vive en Tallin se acostumbra a los vaivenes del sol. Incluso en los días más veraniegos una chaqueta ligera tiene espacio en la bolsa. Tarea difícil la de los presentadores del tiempo de cualquier cadena del Báltico.
Sin embargo, los que aquí vivimos, en especial los inmigrantes que seguimos fascinados con los recovecos de una ciudad que comienza a ser, hacemos caso omiso a los avisos del cielo. Llueva, nieve o truene, el salir de casa se afronta con la misma ilusión, más aún si se hace de la mano de una novia tan guapa como agradable.
A mis sábados del Báltico le pido poco. Un café no muy lejos de casa, un agradable paseo al atardecer y algún tema de conversación que justifique mi historial de navegación de anillos de compromiso. Y es que en Tallin, con sol o con niebla, si uno quiere, los días merecen ser vividos.
Sábado 30 de marzo de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #961
