Siempre he disfrutado de pequeños grupos desconocidos que he solido guardar con mimo y apenas compartía con amigos como Casilda y Diego. Aún recuerdo cuando Blanca me enseñó las baladas de Her´s, condenándome así a uno de los mayores castigos conocidos, disfrutar del dueto británico y conocer lo que les ocurrió en tierras americanas.
Mi amor por la música, compensa en parte de mi falta de talento musical, algo que he tratado de solventar en diversas ocasiones. Guardo con cariño el recuerdo de aquella guitarra que me compré para sorprender a una joven que cortejaba, y que al igual que mi cortejo, acabo rompiéndose en un viaje.
Por el camino he ido aprendiendo a guardar mis esfuerzos y concentrarlos en las pasiones en las que creo destacar. Dedico mis horas a la escritura, e incluso al deporte, pero de aquella obsesión musical tan sólo guardo mi pasión por sentarme a escuchar alguno de los muchos grupos que tanto Casilda, Diego o Blanca me han ido descubriendo por el camino.
De las pasiones que he cultivado fruto de mi aparente facilidad hoy quiero hablar del orden, y es que el joven que escribe esto ha heredado de su madre cierta pasión por el meticuloso orden, razón por la que muy felizmente puedo afirmar haber pasado una mañana de domingo entre aspiradoras, libros y lavadoras.
Es cierto que las tareas del hogar son tediosas en el día a día, y sigo afirmando que mantener una casa, por muy pequeña que sea, es una tarea digna de admiración. Sin embargo, el orden por placer, ese que emana de la voluntad de cuidar lo propio, es un placer que al contrario que la música, no se me da del todo mal.
Domingo 27 de febrero de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #927
