La vida social en el Báltico se vive en el interior. A diferencia de las terrazas madrileñas con estufa y manta, aquí no queda otra que pasar las horas en un espacio cerrado, motivo por el que la gente enferma más que en Madrid.
Pensándolo bien, no sabría decir si lo anterior es cierto. Mi percepción me dice que aquí hay muchos catarros y gripes que se curan con un día de reposo, mientras que en Madrid las enfermedades que he visto suelen ir acompañadas de varios días de aflicción.
Intuyo que en Tallin se produce un fenómeno aparentemente contradictorio. El frío y las duras condiciones históricas han logrado que exista una población con cierta tolerancia a la enfermedad. Pero a su vez, a diferencia de España, muchos de los nacionales han conocido directa o indirectamente el hambre y la miseria. Es entonces cuando uno se hace la pregunta, ¿y sí contrario a lo que pudiera parecer los estonios tuvieran un buen set genético?
Sin entrar a responder a esa pregunta, lo que sí puedo añadir es que en mi caso rara vez enfermaba en España. Una vez cada dos años solía caer prisionero de una criminal gripe que me tenía dos semanas en cama, y sin embargo en Estonia, cada invierno hay tres o cuatro días en los que no puedo ni pensar.
No sé qué tendrán las condiciones bálticas para evitar las enfermedades graves y a su vez aupar las leves, pero hoy, por quinta o sexta vez desde que llegué a Estonia, me vuelvo a casa del trabajo con fiebre alta y sin poder abrir los ojos.
Jueves 8 de febrero de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #910
