Los domingos han cambiado poco desde la llegada de Paco. Ya son dos semanas desde que decidimos acoger a un amigo de cuatro patas, y en este tiempo lo poco que ha cambiado es que ahora me levanto con los ruidos de un perro que quiere jugar.
Mis domingos con Mer siguen siendo igual de tranquilos que los de antes. Un amanecer pausado marcado por café en casa y duchas largas. Mientras uno se arregla el otro recoge, una dinámica simple pero efectiva.
Después de las tareas rutinarias del domingo, como preparar los ingredientes de la comida, cambiar las sábanas y poner lavadoras, salimos de casa a por café. Una de esas caras y costosas tradiciones que menguan la cuenta corriente pero llenan el corazón.
Desde que llegó Paco hemos añadido a nuestra simple rutina matinal el preparar su desayuno, revisar cada rincón de la casa por si hubiera algún regalito y andar algo más despacio hasta el sitio de café. Poco cambio para una decisión tan importante y trascendental, lo que ayuda en mi argumento de que tres hijos tampoco son tantos.
Domingo 28 de enero de 2024
Tallinn, Estonia
Recuerdo #899
