Llevo veinticuatro horas dándole vueltas a esta recuerdo. Siento tristeza al tratar de describir mi tarde de ayer, y sin embargo no me queda más remedio que agachar la cabeza y escribir con cierta resignación.
Ayer, sábado de finales de enero, Mer salió de casa para ir a una de esas cenas estonias tan peculiares. Yo aproveché para quedarme en casa con Paco, compañero fiel al que le divierte escuchar música y verme escribir. Sin embargo, lo que iba a haber sido una tarde de orden y pasiones nobles se convirtió en una odisea de la que aún me resiento.
Entre mis objetivos de este año se encuentra el rehuir del móvil. Llevo varias semanas reduciendo mi huella digital. Ya no pago por Spotify, prefiero descargarme la música de aquellos vinilos que ya he comprado. Ya no pago por almacenamiento en la nube, lo tengo todo en un disco duro. Y así, con un sinfín de servicios que pretendo resumir en un móvil que sólo me sirva para llamar y escribir.
Estoy harto de las distracciones del móvil. He desactivado todas las notificaciones y uso el móvil más para trabajar que para uso personal. He aprendido a guardar para más tarde los temas sobre los que quiero leer y así cuando llego a casa puedo sentarme delante del ordenador a estudiar como diría Escohotado.
Pues bien, después de varias horas limpiando y catalogando los servicios que uso he eliminado por error el manuscrito de mi último volumen de recuerdos. Es decir, tengo que volver a empezar a transcribir todos los recuerdos del segundo volumen, motivo por el que este recuerdo es la tristeza hecha párrafo.
Sábado 27 de enero de 2024
Tallinn, Estonia
Recuerdo #898
