Madrid es una ciudad de terrazas y planes improvisados. Una villa que además de capital constitucional sirve de capital del ocio y del amor. Dicen que España vive inmersa en un proceso de vaciado y fuga de talento a Madrid. Pero el problema va más allá. Madrid, con sus universidades y trabajos precarios, atrae a los jóvenes de otras provincias, fenómeno que vacía las terrazas y los bolsillos de otras capitales.
No sé muy bien si el fenómeno madrileño tiene solución. Tampoco sé si se trata de un problema que deba ser abordado. Madrid, gracias a la fortuna y buenas decisiones de sus ciudadanos, se ha convertido en una región próspera, cuyo único lastre es ser parte de una de las economías más pobres de Europa.
Madrid sin España no sería Madrid. Pocos madrileños tienen cuatro abuelos nacidos en la villa y España sin Madrid no sería España. Sin embargo no hago más que preguntarme qué hace Madrid mal para aún siendo epicentro económico de uno de los países con más recursos de Europa, sea un lugar hostil para sus jóvenes.
Madrid lo tiene todo, y a la vez no tiene nada. Las fortunas extranjeras se afincan en Madrid gracias a los incentivos fiscales. Los jóvenes viven en casa de sus padres creyendo que tienen una buena calidad de vida, gracias en parte, a que sus veinte mil euros anuales son insuficientes para la emancipación.
No sé si Madrid fustiga al joven porque siempre habrá otro dispuesto a dejar su provincia para ir a la capital. No sé si el joven acepta todo con tal de estar en Madrid. Pero la realidad es, que después de dieciocho meses fuera de Madrid, me doy cuenta de que la villa no es ciudad para jóvenes. Y que la única buena decisión que le queda al joven es la de hacer el macuto y salir del laberinto de terrazas y ocio.
Miércoles 27 de diciembre de 2023
Madrid, España
Recuerdo #867
