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  • Foto del escritorCarlos Pinedo Texidor

847 - Comida oculta.

En mi ideal pero gentrificado barrio se mantienen resquicios de una de esas sociedades que los anglosajones denominan “high trust socities”, o como denominaríamos en España, sociedades donde el pundonor aún persiste. Los estonios son tímidos, desconfiados por naturaleza, pero defensores del actuar correcto y pulcro. De esas sociedades en las que puedes dejar la cartera en una parada de autobús y pasar a recogerla días más tarde. 


Kalamaja, barrio al que debo mi tranquilidad báltica, es un gran ejemplo de que la inmigración (cualificada eso sí) puede funcionar. Inmigrantes como yo conviven con locales que sonríen cuando se les habla en su lengua, y que incluso invitan a volver. Siendo sinceros jamás pensé que lograría entender el idioma, pero sólo por ver sonreír a los camareros y comerciantes, trato de saludar, preguntar y pagar en un idioma tan minoritario como especial. 


Debajo de casa, en frente de uno de los bares más famosos de Tallin, hay una pequeña puerta que abre un par de horas al día. Una casa, tal vez de las más antiguas del barrio, en al que su salón hace de comedor a los que estén dispuestos a pagar cinco euros por el plato del día. Y en medio de una urbe que sueña ser internacional, uno puede disfrutar de comida casera preparada por un matrimonio que sonríe al inmigrante.


Hoy me he escapado a comer con Mer a ese pequeño rincón oculto. Un resquicio de las sociedades donde el pundonor se guarda en alta estima. Y entre paredes de madera y cimientos de roca, he sido capaz de mantener mi primer conversación en estonio.


Jueves 7 de diciembre de 2023

Tallin, Estonia 

Recuerdo #847



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