Desde que la isleña decidió hacer las maletas e instalarse conmigo en la calle Soo he logrado recuperar las sobremesas que tanto me gustan. En la oscuridad del invierno báltico comparto horas de conversación con una isleña que sin ella saberlo cada día es más mediterránea.
Tenemos mucha suerte, o al menos es lo que le repito muy a menudo a Mer. Nos hemos conocido en momentos preciosos de nuestras vidas. Ella comenzando sus andaduras laborales de oficina (lleva trabajando más de diez años como modelo) y yo asentándome como abogado en un país que no es el mío. Momentos vitales muy distintos que sin duda se ayudan del contrario.
En su infinita paciencia ella me enseña algo de estonio y cómo tratar con una cultura tan tímida y reservada como la mallorquina, y a mí me gusta pensar que mis consejos sobre la vida laboral son buenos. Normalmente nuestras conversaciones laborales tienen lugar en la cena, aunque realmente para mí sea el desayuno, ya que es mi única comida del día. Razón más que suficiente para disfrutarla con ella.
Hoy, en mi afán por descubrirle a Mer la gastronomía castiza de cuchara, le he preparado un contundente potaje con guisantes, patatas, judías verdes y jamón. Y una vez más, como tantas otras veces, hemos acabado con un plato frío y varios temas en el tintero.
Lunes 27 de noviembre de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #837
