Desde hace algunos años tengo un rincón en mis notas que abro muy de vez en cuando. Una carpeta dedicada a esos escritos pensados para no leer. Un lugar donde el desahogo campa a sus anchas, y que sirve más de punto de inflexión que de carpeta creativa.
En ese espacio que visito muy de vez en cuando, guardo con mimo mis textos más privados. Pequeñas reflexiones de lo que pudo haber sido, grandes quejas de las dudas de mi vida, e incluso, escritos sinceros que rozan la egolatría.
Pues bien, muy de vez en cuando, en días como hoy, donde la cabeza se nubla y necesita organizarse, acudo a ese rincón de mis escritos. Me dejo llevar por lo que me preocupa, y dejo que las líneas se sucedan, para una vez escrito, no volverlo a leer.
Sin embargo hoy es distinto, tal vez porque lo que me nubla la cabeza sea lo más memorable del día de hoy. Me encuentro ante una complicada decisión, sincerarme y publicar mi carta para no leer, y dejar pistas en este texto para que tan sólo yo sea capaz de recordar mi viernes.
Hoy ha sido un día distinto, he podido disfrutar del maravilloso equipo con el que comparto la planta cuatro de Suur-Patarei, y en ese disfrute fuera d de la oficina no he podido evitar pensar en el peso de la decisiones, y en cómo, por muy feliz que uno sea, de vez en cuando toca despejar las nubes en días soleados.
Viernes 30 de junio de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #687
