Hoy me he levantado sin poder sentir las piernas. El duro entrenamiento de ayer me ha hecho arrastrarme a la oficina a eso de las nueve y cuarto. Y es que siendo sinceros, entre mi falta de fuerzas y la necesaria ducha de agua fría se me ha hecho bola eso de salir de casa.
Ahora mientras escribo esto el sueño llama a mi puerta. No son ni las siete de la tarde y me acompañan bostezos propios de una copiosa comida castiza, y eso que apenas he comido. Mi entrenamiento monacal conlleva entre otros muchos sacrificios comer una vez al día una pequeña porción con suficiente proteína y grasa para aguantar. Pero la idea de fondo es, al igual que hace dos años, perder músculo y mejorar la calidad del poco que quede después de estos cuatro meses.
Todo esto lo escribo sin sentir las piernas y con un claro objetivo en mente, volver a competir. Después de un mes jugando semanalmente me toca dar la cara por primera vez. El sábado juego mi primer torneo de fútbol en suelo estonio, y mis agujetas y la promesa de una victoria es todo lo que necesito para levantarme mañana a las siete de la mañana e ir a entrenar.
No sé qué tal jugaré el sábado, tampoco sé cuanto tardaré en acostumbrar a mi cuerpo a mi excesivo entrenamiento y escueta comida. Pero en la marca de las seis semanas y con notables diferencias visuales creo que voy por buen camino.
Lunes 20 de febrero de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #557
