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  • Foto del escritorCarlos Pinedo Texidor

980 - Con el interior.

El fútbol es un deporte que uno aprende a jugar sin apenas fuerza ni físico. El infante que comienza sus andaduras en los campos de cemento y arena aprende rápidamente, a la par que su adolescencia, que cuanto más fuerte se chuta mejor resultado se obtiene.


Con el paso de los años, y con la estabilización de la testosterona adolescente, uno empieza a entender que el fútbol se asemeja más a una ordenada orquesta en la que viento, cuerda y percusión, han de tocar a un ritmo adecuado bajo las órdenes del director.


La rabia del niño que volvía a casa con raspones deja paso al joven adulto que cuida su cuerpo y baila al jugar. El caótico actuar se olvida con su esfuerzo y se sustituye por elegantes composiciones orquestales. Y con el paso de los años uno empieza a entender de qué va esto.


Nunca fui un joven elegante. Jamás supe jugar al fútbol. Tampoco sé ahora. Sé correr, sufrir y sudar, y a mis veinticinco comienzo a saber leer las partituras de mi entrenador.


He dejado de lado la rabia en el golpeo del empeine. He aprendido a usar el interior de mi pie, y con paciencia y repetición por fin entiendo aquello de tirar a puerta mediante un suave pase a gol.


Hoy vuelvo a casa después de entrenar como medio centro. Me siento un bailarín de ballet que comienza a girar al tocar de la orquesta que le acompaña. La delicadeza viene a mí, y la rabia del disparar ha dejado paso a un elegante pase que sigo sin saber cómo no aprendí antes.


Jueves 18 de abril de 2024

Tallin, Estonia

Recuerdo #980



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