Una de las cosas que más agradezco a mis padres es el haberme permitido comprar cientos de libros desde que era pequeño. El comprar un libro jamás fue un gasto o un capricho, y ahora que vivo mi independencia adulta comienzo a entender el valor de esa infancia y adolescencia.
En los cincuenta metros cuadrados que comparto con Mer hemos logrado juntar algo más de cien libros en varios idiomas. Puede que me falle la memoria, pero diría que al menos hay varios en inglés, español, finés, ruso, estonio y mallorquín. Una muy lograda colección que crece poco a poco, incluso cuando no debería.
Mi parte de la colección se divide en ensayos, poesía y algo de fantasía. Los ensayos tratan en su mayoría, como día Escohotado, de la farmacéutica, la poesía se centra en poesía española de finales de siglo y la parte de fantasía es únicamente obra de Tolkien.
He encontrado en Tolkien un refugio a mi dejadez por la novela de ficción. Una parte de mí se cansó de todos esos libros que mis padres me compraban y busqué refugio en lo científico. Pasé por todos los grandes ensayistas y filósofos, e incluso probé suerte con el realismo mágico, que aunque divertido, me seguía aburriendo.
Después de muchos años leyendo a desgana he logrado volver a la ficción. Dedicó varios minutos por página para diferir la poesía y prosa de Tolkien, y en las ilustraciones de Alan Lee he encontrado cierto afán de coleccionismo.
Si aún viviera con mis padres, probablemente les engañaría para que me acompañaran a la librería y con mi habitual pillería les convencería para que me comprasen la maravillosa edición del "Silmarillion" por la que piden algo más de cincuenta euros.
Lunes 15 de abril de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #977
