Después de mis primeros noventa minutos en la "segunda" división estonia vuelvo a casa destrozado y habiendo aceptado el duro golpe de realidad de mi exceso de kilos. En mi división, chavales de dieci-pocos vuelan y juegan un fútbol difícil de aguantar si se rondan los ochenta y cinco quilos. En mi caso, jugador con cuerpo de rugby, aguanto los partidos a duras penas, razón por la que me toca entrenar más fuerte.
El sistema de ligas de Estonia premia los equipos jóvenes. La división en la que juego tan sólo tiene por encima las tres primeras divisiones profesionales, por lo que la "segunda" división es el escenario de muchos jóvenes que aún sueñan con jugar profesionalmente.
Aún jugando en un equipo de veteranos ex profesionales, aguantamos bien los partidos. Todos tienen a sus espaldas suficientes partidos como para saber qué hacer en cada momento. Es por ello, que los que somos más limitados tenemos que compensar con un buen físico. Si bien el año pasado me podía permitir defender con músculo, este año no me sirve. De nada sirve tener fuerza y potencia si apenas se alcanza al contrincante.
Hoy he jugado de extremo derecho. Una posición que en mi equipo obliga a jugar mucho de interior, algo para lo que me sobran quilos y me falta fútbol. Más allá de quejas físicas, la realidad es que he jugado un partido notable. He corrido, he cortado balones y hasta he estado en ambas jugadas de gol. Algo que me hace escribir hoy con cierta satisfacción, porque donde no llego con calidad llego con físico.
Y es que hoy, con cero a uno a favor, y en un descanso de la lluvia y vendaval de Laagri, el arcoíris ha aparecido con el segundo gol que marcábamos. Algo que sin duda recordaré toda la vida.
Domingo 14 de abril de 2024
Laagri, Estonia
Recuerdo #976
