Cuando era pequeño vivía obsesionado con un simple pero complejo juego de cartas llamado "Magic: The Gathering". Un juego cuyo objetivo se basa en restar los veinte puntos de vida de tu adversario mediante el uso de conjuros, artefactos y criaturas. Un juego por turnos cuya lógica es simple, usar cartas de mana para pagar por el uso de cualquier carta.
En un inicio comencé a coleccionar gracias al mecenazgo de mi padre, quien sufrago decenas de sobres para su hijo. Aquel niño, sin entender muy bien la dinámica del juego, pasaba horas organizando una colección a la que le faltaba ser usada para su fin.
Años más tarde, comencé a jugar junto a mi primo Miguel. En aquellos interminables veranos y Semanas Santas mallorquinas pasábamos las horas. Sigo teniendo pesadillas con aquel mazo azul lleno de hechizos pacifistas que inhabilitaba a mis elfos y artefactos.
Un día nos sentamos, y sin saberlo jugamos por última vez. De aquel día hace algo más de una década. Y sin saber muy bien por qué, ayer acabé comprando junto a mi novia un par de mazos para volver a jugar.
He convencido a mi querida Mer para que aprenda a jugar a un juego de cartas de hechizos, criaturas y demás fantasías. Y supongo, que a mis veinticinco, tener una novia dispuesta a rescatar aficiones de mi infancia, es motivo suficiente para tontear con alguna página de anillos de compromiso.
Lunes 25 de marzo de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #956