La niebla y lluvia ha cubierto el cielo de una ciudad que ayer brillaba. El termómetro ha bajado varios grados, y el pobre joven que escribe esto hoy tiene su primer partido de liga con su nuevo equipo de fútbol.
Después de una durísima pretemporada me toca ponerme la camiseta con el número cuarenta y ocho. Un número que no cumple con mi único requisito futbolístico: que contenga un tres, aunque al menos es un múltiplo.
Reconozco que sigo sin entender muy bien por qué me han hecho hueco en un equipo lleno de exprofesionales y ganadores de la liga y copa de aquí. Me falta nivel y me sobran kilos, y sin embargo he entrado en la primera convocatoria de la liga. Y todo ello en un día tan frío como nuboso.
Alejado de mi barrio, cerca de mi primer apartamento, he sufrido un durísimo empate a dos que desgraciadamente me ha tocado ver desde el banquillo. Una injusta doble amarilla en el minuto treinta nos ha dejado con uno menos. Y aunque no puedo estar del todo seguro, pienso que ha sido la razón de tener que añadir un medio más en lugar de un lateral.
He visto desde el banquillo mi primer partido de liga, y después de una temporada de titularidad absoluta, vuelvo a casa soñando con entrenar aún más para poder defender ese número tan poco ortodoxo que me acompañará toda la temporada.
Domingo 24 de marzo de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #955
