Alejado de Madrid uno comienza a vivir la vida en sus propios términos. Las obligaciones para con la M-30 desaparecen y se ven sustituidas por los tiempos propios. La burbuja social madrileña obliga al joven a ser masa y no individuo, y cuanto más se hace, menos persona se es.
En la distancia uno comienza a entender los tiempos madrileños. Planes y cervezas concatenados que no dejan tiempo para la individualidad, y que mientras se está en la vorágine uno no echa de menos.
Cuando vivía en Madrid, era de los primeros en hacer mucho en poco tiempo. Entrenamientos, jornadas laborales, citas y planes con amigos que se sucedían en las horas en las que no dormía. Y ahora, acostumbrado a la calma de la independencia báltica, sufro cuando tengo más de dos obligaciones semanales.
A principios de marzo, y sujeto a cambios, mis obligaciones sociales son simples. Tres veces por semana juego al fútbol, otras tantas dedico a citas con Mer y muy de vez en cuando alguna actividad social con amigos.
Vivo por y para mi vida báltica, algo que incluye disfrutar del trabajo, de mi perro y de mi novia. En Tallin las semanas caóticas son muy distintas a las madrileñas, y aunque esta semana me pueda sobrepasar, lejos queda el recuerdo de lo mucho que era capaz de vivir en Madrid como parte de la masa.
Martes 5 de marzo de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #936