Entrenar con animales competitivos es siempre un placer. Uno se obliga a rendir más y mejor. La responsabilidad para con el equipo es elemento central del entrenamiento, e incluso el que tiene dos pies izquierdos acaba jugando un fútbol muy decente.
Siempre se ha dicho en los ambientes colchoneros que en un equipo hacen falta hombres y no nombres. En mi caso, algo menos de un mes después desde que comencé a entrenar con ellos, sigo sin saber cómo se llama la mayoría. Y ni falta que me hace, porque soy capaz de reconocer cómo juega cada uno fijándome en su esfuerzo.
Hoy llego a casa sin poder sentir las piernas. Tan pesada como doloridas y tan enrojecidas como castigadas. Hoy he entrenado una vez más con un equipo que no merezco y para el que no tengo nivel.
Jueves 29 de febrero de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #931