Vuelvo a casa sin sentir las piernas. Me tiembla todo aquello que se mueve. Hoy ha sido un entrenamiento duro, lo suficiente como para ser consciente de lo mucho que me queda por recuperar.
Entrenar con un equipo de fútbol lleva aparejado un sufrimiento común que lo hace más ameno. Ver a tus pares sufrir en consonancia con lo propio ayuda a aguantar el mal trago. En situaciones como esta no aplica el mal de muchos consuelo de tontos. Sufrir en equipo es la representación más pura del fútbol y la vida misma.
No sé qué será de mi mañana al despertar. Nunca he sentido tanto dolor en mi cadera, apenas puedo mover mis tobillos y ya no sé que significa jugar sin molestias. Me pesa el cuerpo, y aún así sigo pensando que no estoy entrenando con la intensidad que debería.
Me duelen los huesos, me pesa el alma, y sin embargo me voy a dormir en paz.
Jueves 15 de febrero de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #917
