Pocas cosas me producen mayor satisfacción que llegar a casa con el alma desfallecida. Hay cierta belleza poética en el cansancio de espíritu. Estar cansado va más allá de las dolencias del cuerpo, el cansancio satisfactorio necesita afligir tanto a la sustancia como a la materia, razón por la que hoy soy feliz.
Llevo algo más de mes y media trabajando como una mula de carga. Jamás he sido tan eficiente, jamás he disfrutado tanto. Trabajo de nueve a cinco y logro entregar más de lo que jamás habría hecho en las horas interminables peninsulares. Disfruto de los estímulos de la oficina, más aún cuando van acompañados de las agujetas de un cuerpo que vuelve a jugar al fútbol.
Hoy no quiero escribir mucho más de lo que ya he hecho. Quiero terminar este recuerdo, conversar con la maravillosa novia que tengo a mi lado e irme a dormir con la promesa de que esta semana es motivo suficiente para justificar mi exilio en el Báltico.
Miércoles 14 de febrero de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #916
