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  • Foto del escritorCarlos Pinedo Texidor

906 - Un pequeño salón.

La vida en el extranjero puede vivirse de diversas formas, cada una de ellas igual de respetables. Por un lado están aquellos vivires que destacan por el ensalzamiento de la juventud. Jóvenes que en la independencia del hogar se dan a los placeres disolutos y a las obligaciones sociales. Por otro, aquellos más recogidos y vividos para el interior. El primer grupo podría asemejarse al vivir andaluz, mientras que el segundo a las costumbres mallorquinas.


Mi éxodo báltico, que empezó viéndome rey de lo disoluto, se ha visto pausado por un vivir similar al que reflejaba Guy de Forastier en su pequeña gran obra costumbrista. Tal vez por la adición de la isleña a mi vida me haya vuelto aún más mallorquín, pero sin entrar en esa cuestión, me atrevo a decir que por el camino del exilio he descubierto que el vivir andaluz es mucho para mí.


La vida, como ensalza aquella escultura de mi padre, está siempre por delante. Sin embargo uno corre el peligro de no verla venir. Gil de Biedma, al que he debido citar casi tanto como Escohotado, hablaba de esa seriedad de la vida que uno comprende más tarde, razón por la que merece la pena escribir hoy.


Me atrevo a decir que es sólo en los vivires andaluces cuando uno se da de frente contra el devenir del tiempo. La vida del sur es una maravillosa sucesión de hechos que merecen ser celebrados, y aunque no sea para mí, envidio a esos jóvenes que alejados del hogar materno viven a un acelerado ritmo.


Mi vida de interior, casi tan contemplativa como pausada, me ha ayudado a hacer las paces con muchas de las inquietudes de mi adolescencia. Si pudiera hablar con aquel Carlos que fumaba Lucky Strike en Duque de Pastrana le diría que el amor llega, que beber está sobrevalorado y que las pasiones disolutas dejan bastante que desear.


Desde mi pequeño salón, a miles de kilómetros de la habitación que una vez llame hogar, escribo este recuerdo con la tranquilidad de saber que no hay vivir correcto y que por el camino de mis decisiones he ido a parar a un pausado costumbrismo mallorquín que cada día me acerca más a una isleña de ojos azules que espero no perder nunca.


Domingo 4 de febrero de 2024

Tallin, Estonia

Recuerdo #906



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