Cuesta creer que hace novecientos días decidiese inconscientemente empezar un viaje que sigo sin saber muy bien cuándo acabará. Los recuerdos diarios se han convertido en parte inseparable de mi vida, y apenas me acuerdo de aquel joven que no ponía su día por escrito.
Si hago números chapuceramente me atrevo a decir que la media es de seis párrafos por recuerdo, lo que conlleva que en estos dos años y pico haya escrito tres mil seiscientos párrafos Si asumimos una media de cinco líneas y seis palabras por línea la cifra de palabras asciende a algo más de cien mil. Cien mil palabras en dos años y pico, sigo sin creérmelo.
Es cómico que escriba el recuerdo novecientos días después de haber perdido el manuscrito de mi segundo volumen de recuerdos. A escasos siete meses del fin del tercer volumen no he publicado el segundo, razón por la que esta cifra tan redonda tiene tintes de crónica de una muerte anunciada. Cuanto más me acerco al millar, más recuerdos por editar, ordenar y publicar.
En este recuerdo novecientos, como si de una profecía se tratase, he comenzado mi extenso ayuno trimestral. En el mejor de los casos llegaré a las cien horas sin comer, en el peor, cuarenta y ocho. Por otro lado hoy puedo decir que ha comenzado mi pretemporada personal de fútbol, unido a su vez a mi preparación para la maratón de Tallin de este próximo septiembre.
Hoy escribo el recuerdo novecientos, y más allá de escribir en el Báltico, con una novia guapísima y un perro precioso a mi lado, me atrevo a decir que sigo siendo aquel joven que en enero del diecinueve decidió comenzar su largo plan de ser un padre despegado del sofá. En otras palabras un joven adulto.
Lunes 29 de enero de 2024
Tallinn, Estonia
Recuerdo #900
