A menudo me pregunto qué sería de mí si no trabajara en un lugar tan diverso e internacional. Mi equipo directo consiste en ocho nacionalidades de tres continentes distintos. Un popurrí de costumbres y personalidades que ayuda (paradójicamente) a cohesionar el día a día. No sé que sería de mí si mi equipo no tuviera una mentalidad tan abierta. Y es que los choques culturales ayudan en muchos casos a que los que comparten día a día contigo sean más cercanos.
En este último año he logrado construir con mucho mimo amistades muy cercanas con varios de mi equipo. Este volumen de recuerdos ya ha servido como testamento de ellas, y sin embargo hay otras tantas que me he dejado fuera del tintero, como mi amiga Maris, una estonia que en muchos casos y aunque ella no lo sepa me sirve para aprender sobre un país que me ha acogido.
Hoy después de trabajar he ido con Maris a por algo de comida y aprovechando que somos vecinos hemos pasado la tarde haciendo lo que más me gusta: comer, cotillear y hablar de nuestras respectivas vidas amorosas. Aunque este último aspecto sea el único aspecto en el que a mí me va mejor, porque aunque ella no se lo crea, es mucho mejor abogado que yo.
Jueves 11 de enero de 2024
Tallinn, Estonia
Recuerdo #882
