Desde hace más de una década mis tíos Pepe y Paloma comen el día de Navidad con mis padres y hermanos. Desde que comemos con ellos hemos ido instaurando una serie de tradiciones como la entrega de la mejor tarta de chocolate del mundo, varios envases de gildas y una partida de mus después de comer. Podría decirse que se trata de una de esas tradiciones no escritas que se convierten en esperadas, y es que una Navidad sin las tarta de mis tíos no es Navidad.
Mi tío Pepe, amante del cocido y grandísimo cazador tiene un gran defecto, es un acérrimo hincha vikingo que debe llevar abonado al Madrid desde antes de la primera copa en blanco y negro. Nuestras discusiones suelen ir acompañadas de algún insulto a los Gil, que mi hermano y yo compartimos. En eso vikingos y colchoneros estamos de acuerdo, los Gil cuanto más lejos del Atleti mejor.
La habitual partida de mus suele ser un choque de estilos. Mi padre y Pepe son jugadores de la vieja escuela. Donde sota y caballo es buena mano. Eso de darse mus es algo de lo que abusamos las nuevas generaciones y que en parte quita gracia a detalles como el punto y miedo.
No sé cuantos años llevaremos comiendo con Pepe y Paloma, pero las tartas, gildas y muses han sido y serán parte de las tradiciones navideñas de al menos tres generaciones.
Lunes 25 de diciembre de 2023
Madrid, España
Recuerdo #865