Haber salido de España es sin duda la decisión más trascendental de mi vida. En mis veinticinco años no he tomado una decisión con mayor relevancia que aquella y lo sé porque en Estonia he encontrado a la que será la madre de mis hijos (previa boda y ciertos años de casamiento). Pero razones familiares y laborales aparte mi exilio me ha permitido entender que el Atleti es pieza fundamental de mi vida.
Allá por verano del dieciocho mi hermano me arrastró a Tallin a ver la Supercopa de Europa. Aquel partido que aún a día de hoy sigue erizándome la piel es la razón por la que hoy vivo aquí. Una portada enmarcada y una semana infernal de trabajo madrileño me hizo hacer las maletas y cruzar el continente. Y hoy, cinco años más tarde he visto a mi Atleti ganar.
No sé muy bien cómo escribir lo que tantos otros han escrito mejor que yo. Este Atleti ilusiona, y lo hace de una forma muy especial. La plantilla me transmite lo mismo que aquella de Anfield. La vieja guardia hace paso y protege a una generación de jóvenes que al igual que yo no conocen otro Atleti más allá del cholista, y la grada echa las cartas con una gitana que parece saber mejor que nadie lo que viene.
Echo de menos la grada, sufro con cada partido que no puedo ver en el campo. Veo cada partido con mi bufanda de aquella vuelta contra el Barsa en el Calderón y con la camiseta de Marbella de mi tío. Sufro en mi salón báltico y aunque sepa que haber salido de Madrid es la decisión más importante de mi vida, sufro porque el otro amor de mi vida vive un momento precioso en cada campo que pisa.
Martes 28 de noviembre de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #838
