El póker, juego de cartas que según la normativa del juego no se considera de azar, sino de habilidad, se ha convertido en una de mis grandes pasiones. En estos últimos dieciocho meses en el Báltico he jugado decenas (o cientos) de horas alternando errores de principiante y comportamientos de profesional, y por fin he logrado entender que al buen jugador la suerte le da igual.
Hoy, viernes gélido de mediados de noviembre, he vuelto a mi cita semanal de póker en ese rincón del que ya he escrito más de lo que debería. Un lugar donde entre risas y anécdotas he disfrutado de algunas de mis mejores noches estonias.
Mi forma de jugar, muchas veces influenciada por el juego agresivo, ha sufrido mucho en el día de hoy. Acostumbrado a saber contra quien juego hoy he tenido que ser más precavido. Casi cincuenta participantes y muchas caras nuevas, algo que me ha obligado a respirar y pensar.
La inusual pausa que me ha acompañado hoy, ha logrado, tras cinco horas de juego, enviarme a la mesa final, lugar donde he acabado en quinto puesto. Mi juego de hoy, distinto al que me ha caracterizado, parece que ha dado sus frutos, y supongo que con la vuelta del póker invernal me tocará seguir así.
Viernes 17 de noviembre de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #827
