Con apenas cuatro horas de sueño he ido a la oficina antes de lo habitual. Dos días desconectado en un entorno que vive acelerado implica tener que hacer un esfuerzo por entender qué es lo que ha pasado, razón por la que a las ocho estaba callejeando, pasando frío y con jaqueca.
El día de hoy, caracterizado por las buenas nuevas de la semana pasada, ha transcurrido con cierta lentitud que se ha visto agudizada por mi falta de sueño. Paradójicamente hoy he sido muy productivo, y la voluntad de solucionar temas me ha permitido tomarme el lujo de ir a casa después de comer en busca de ducha fría para seguir trabajando desde ahí.
El reloj no debía marcar ni las cinco cuando mi cabeza ha decidido dejar de funcionar. Una reunión larga e intensa a última hora de un lunes ha sido el punto y final a un día que vuelve a recordarme la importancia de volver de vacaciones antes. Un día más de los muchos en los que el trabajo vuelve a recordarme que eso de nueve a cinco es infinitamente más intenso que los horarios mesetarios.
Supongo que este recuerdo alejado del glamour y mimo de otros recuerdos, seguirá siendo importante el día de mañana, y esa es la maravilla de esto. Que en un lunes de octubre, frío, lluvioso y con jaqueca, pueda sentarme a escribir sobre la otra cara del escritor que vive en el Báltico, la laboral.
Lunes 9 de octubre de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #788
