En mi casa somos muy ceremoniosos y guardamos respeto y culto a ciertas tradiciones que no sabemos muy bien dónde se originaron.
Desde que tengo uso de razón hemos cenado en la víspera de los cumpleaños y santos. Veladas en las que la tertulia se prolongaba y daba comienzo al cumpleaños, y en ese preciso momento, se hace entrega de los diversos regalos.
Desde que huí de Madrid he intentando mantener en la medida de lo posible tantas tradiciones como he podido, y una de ellas es la importancia de celebrar la víspera. Razón por la que Mer y yo hemos acabado cenando en una buena terraza cerca del puerto.
Copenhague, ciudad prohibitiva y cara como ninguna, deslumbra al viandante. Calles coloridas que con ciertos ángulos se parecen al Madrid más castizo. Y callejeando entre tiendas de decoración, arte y ropa, he logrado comprar una pulsera a escondidas.
Horas más tarde, en una terraza con vistas privilegiadas y con precios de milla de oro madrileña, Mer ha vuelto a vivir su segunda víspera celebrada. Ya lo hizo aquella noche de mayo cuando cumplí veinticinco, y ahora, en Dinamarca le toca recibir una pulsera tan colorida y alegre como ella.
Jueves 5 de octubre de 2023
Copenhague, Dinamarca
Recuerdo #784