Hoy no quiero hablar de mi día, o al menos prefiero centrarme en una idea que lleva rondándome un tiempo la cabeza. Podría hablar de mi partido de pádel, de mi entrenamiento en casa o de mi llamada con Pablo, pero faltaría a una de las premisas de este diario, poner por escrito la inmediatez de lo que siento.
Mer, joven isleña a la que he conseguido convencer de que aprenda español para así poder leer mis recuerdos, tiene una forma de ver el mundo que me fascina. Sus ojos azules reflejan nítidamente todo lo que ocurre a su alrededor y sin embargo ella es capaz de observar todo con la misma bondad e inocencia que todos tuvimos en algún momento de nuestra niñez.
Mi vida en Tallin sin duda no es ni será la misma desde que conocí en aquella cafetería de Rottermani a mi querida isleña. Yo acaba de perder mi trabajo y mi primer romance estonia en el mismo día. Y Mer, con los mismos ojos con los que me mira ahora fue capaz de ofrecer consuelo a un español que tenía medio maleta hecha para volver a España.
He vivido muchos grandes momentos con Mer. Desde la tranquilidad del día a día y la complicidad de los pequeños grandes momentos de nuestra relación. Pero no todo ha sido tan maravilloso como pudiera parecer. En mi cabezonería madrileña encontré un obstáculo que me hizo pausar mi relación unos días, y antes del cuarto día ya había entendido que isleñas hay muchas, pero Mer sólo hay una.
Hoy hemos salido a pasear, hemos saltado de terraza en terraza y de café en café. Ella practicando español y yo estonio, y aunque nuestra relación sea en inglés, nos hemos aprendido a querer en nuestros respectivos idiomas. Y aunque mi traducción de este texto no haga justicia a lo que escribo me gusta pensar que cuando le lea esto a Mer volveré a ver en sus ojos azules lo mismo que en aquella nevada tarde de noviembre.
Domingo 3 de septiembre 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #752
