Desde que cambié la distribución de mi casa, con ayuda de Mer, he vuelto a disfrutar de la división de espacios. Al igual que en Madrid, lugar donde tenia mi espacio de lectura, de música y hasta de deporte, vuelvo a tener pequeños rincones en mis cincuenta metros cuadrados de alquiler.
Ahora que el salón está dividido en dos, o al menos de una forma más clara que antes, ya no tengo que hacer vida en el sofá. Detrás de la televisión, entre plantas y libros he erigido mi templo de pasiones nobles. Lugar que con varios pufs, un par de almohadones, una mesa y una lámpara se ha convertido en mi rincón favorito.
Hoy después de currar, casi por acuerdo tácito, hemos ido a casa de Mer a por sus vinilos, varias plantas y algunos de sus libros. Entre sus clases de la uni, y nuestras habituales tertulias, mi querida isleña lleva una temporada pasando más tiempo aquí que allí, y es justo compartir mi rincón con ella.
Sus libros, muy similares a los míos, se centran en temas que van mas allá de la novela y del ensayo. Densas páginas que reúnen ideas que aunque ella no sepa, conoce mejor que el propio autor. Y claro, ambos, que estamos llamados al debate, queremos tener a mano el saber para cuando la memoria falle.
Después de varias horas de colocar vinilos, ordenar plantas y una cuidadosa inspección de la edición especial que me ha regalado de la obra de Tolkien, hemos considerado oportuno abrir un verdejo y varios quesos. Y en el que hasta hace poco era mi rincón, hemos disfrutado del compartir aficiones e ideas.
Viernes 1 de septiembre 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #750
