Sigo acordándome del número cuatro del domingo pasado. Un estonio de baja altura, pelo rizado y bigote frondoso. Un buen lateral izquierdo que no debía tener más de veinte años, y aún así se comportaba en el campo como si tuviera dos mundiales a sus espaldas.
Mi pequeña batalla con el número cuatro llegó a su culmen en el minuto ochenta, cuando en un contraataque logró arrebatarme la pelota cuando me disponía a cambiar el juego de lado, y lo hizo limpiamente, pero en su posterior zancada se dejó los tacos en mi tobillo.
El martes me quedé dormido y no puede ir a entrenar, y hoy no me encuentro del todo bien, tal vez por ello haya decidido cancelar mi entrenamiento. Y con un partido el martes que viene no sé si es una buena idea, más aún considerando lo en mala forma que estoy. Supongo que me tocará sufrir otros noventa minutos.
El dolor de mis agujetas se ha visto acompañado por una suave lluvia de un otoño que llama a la puerta muy fuerte. Ya en casa, donde Mer ha tenido el detalle de recibirme, hemos disfrutado de un par de mates y varias horas de sosegada conversación. Los dos tenemos un año muy interesante por delante, y considerando que en un par de meses hará un año desde nuestro primer café, los dos afrontamos este invierno con mucha ilusión.
Jueves 31 de agosto de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #749
