La vida laboral estonia es bastante más llevadera que la madrileña. Horarios de trabajo que respetan el descanso y la desconexión, y donde todo lo que venga más allá de las cinco no requiere solución hasta el día siguiente. Además, a diferencia de la vida laboral ibérica uno no tiene la obligación social de tomarse algo cada día de la semana, algo que conlleva que los días en los que uno decide hacerlo sean más especiales.
Hoy, después de haber huido a teletrabajar a las dos, hemos ido Mer y yo a por un café a una de nuestras terrazas favoritas. Una terraza tan maravillosa como peculiar, donde las avispas son fieles compañeras de tertulia, y si pudieran hablar estoy convencido de su participación en los debates de sobremesa.
Como decía antes, rara vez en Tallin uno dedica una tarde de entre semana a la vida de bar, y hoy, por primera vez en muchos meses tanto Mer como yo hemos sentido esa llamada de la calle, algo que nos ha hecho acabar en la ciudad antigua con un vino.
Entre murallas, como casi todo lo tallinés, hemos hablado de la vida, del futuro y de dónde queremos estar. Tanto Mer como yo nos vemos fuera de Europa en unos años. Nos gusta la idea de ver mundo y aprovechar antes de que nos llegué la llamada del deber de descendencia. Y supongo que por eso Mer y yo tenemos una relación tan buena, porque además de mismos valores, entendemos la vida de una forma muy similar, y en este caso eso incluye aceptar la llamada de la vida familiar y hasta entonces disfrutar de las tertulias entre dos.
Miércoles 29 de agosto de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #748
