La lectura, al menos la de no ficción, suele ir acompañada de largas sesiones de reflexión y un pequeño ritual previo. Suelo preparar café suficiente para poder leer sin levantarme. Me aseguro de tener un paquete de snus (bendita droga que es la nicotina) y pongo el móvil en modo avión.
Si la lectura es en formato físico procuro tener un lápiz para subrayar, y es que hace mucho que me resigné a los garabatos, y ahora los considero indispensables. Por el contrario si leo con mi kindle, puedo permitirme subrayar y todas las citas y anotaciones se envían automáticamente a mi móvil, algo tan útil como peligroso.
En verano mi lectura suele verse ayudada por la falta de preocupación y de responsabilidades adultas. Estar en casa de mis padres me permite olvidarme de cocinar, poner lavadoras y limpiar. Fenómeno que me permite tener tiempo suficiente para devorar páginas.
Por primera vez en mucho tiempo he sido incapaz de cumplir con mi lista de libros pendientes. Y es que mi admirado Escohotado y sus semanas tropicales me hacen leer y digerir con calma y paciencia capítulos tan densos como entretenidos.
Me quedan algo más de cien páginas del libro, y en esta jornada de lectura mañanera en la piscina he tardado dos horas en avanzar un capítulo. Y es que los cambios históricos y realidades sociológicas del sudeste asiático requieren un conocimiento previo que no tengo.
Viernes 11 de agosto de 2023
Mallorca, España
Recuerdo #729
