Escohotado, al que he comenzado a idolatrar una vez muerto, escribe en sus aventuras en el trópico, con una fluidez intelectual impresionante. Su diario logra desarrollar complejas ideas que van más allá de lo anecdótico, y consumir opio frente a una hevea es motivo suficiente para desarrollar las consecuencias de la goma en la sociedad moderna. Y todo ello mientras relaciona la vivencia propia con los hechos históricos de aquel veterinario de mediados del diecinueve apellidado Dunlop.
El verano, momento del año en el que la lectura alcanza su punto álgido, me permite entre otras muchas cosas, pasar largas horas al sol, cobijado bajo un olivo desde donde leo sin descanso. Mi vida en Tallin, monacal experiencia de interior me ayuda a leer, pero el sol mallorquín, que no perdona quemaduras, me permite tiradas de cinco horas leyendo a Escohotado.
La lectura bajo el intenso sol mallorquín es una actividad tan gratificante como peligrosa. Y yo, joven que ha perdido su resistencia al sol, escribo este recuerdo con mi libro encima de una pierna tan quemada como resentida de mi partido de Copa de Estonia.
Mallorca, isla que me atrapa, no distingue al local del foráneo, incluso si uno lleva veinticinco años de fiel pleitesía. Y hoy, primer día de mis merecidas vacaciones he sucumbido a la lectura cobijada bajo el olivo, comportamiento que explica la quemadura en forma de libro de mi pecho.
Este recuerdo, escrito bajo los últimos rayos de la tarde, empezó como una oda a la escritura de Escohotado, y sin saber muy bien cómo ha derivado en una amalgama de ideas inconexas que dificultan su lectura. Supongo, que aún me queda mucho por aprender, tanto de protección solar, como de escritura y exposición de ideas y motivos.
Jueves 3 de agosto de 2023
Mallorca, España
Recuerdo #721
