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  • Foto del escritorCarlos Pinedo Texidor

719 - La Copa de Estonia.

Es la una de la tarde del miércoles, y sentado en el avión que me lleva a Múnich, sin apenas sentir las piernas, quiero recordar el partido más especial que he jugado en mi vida.


Ayer jugué noventa minutos de la segunda ronda de la Copa de Estonia, o lo que es lo mismo, el partido anterior a los dieciseisavos. Nos entrenamos a un segunda división que se presentó con el equipo suplente. Jóvenes de menos de veinte que jugaban a otro deporte. Aviones imposibles de parar, con toques tan sutiles que sigo pensando que tengo la cadera rota.


El partido se jugó a orillas del estadio que justifica mi vida en Tallin. Noventa minutos bajo la lluvia donde me dejé la piel, y no lo digo metafóricamente,  las quemaduras de mi pierna izquierda y las heridas de mis codos y rodillas lo respaldan.


Fue duro, pero caímos con una dignidad que jamás he visto en ningún partido en el que haya jugado. Un cero a tres que no refleja la calidad e intensidad con la que jugábamos. Un error en la salida de balón nos costó un golazo desde la frontal, seguido de un remate de córner milimétrico y otra individualidad que sentenció el cero a tres.


Jugamos muy bien, les hicimos sufrir, tuvimos varias ocasiones claras, las suficientes para haber dado la vuelta al partido. Y yo, en mi undécimo partido en Estonia les recordé a los jóvenes del otro equipo que en un día de lluvia lo único que cuenta es el ser un perro viejo.


Mi queridísima y paciente Mer me vio competir desde la grada. Y tal vez por tenerla tan cerca jugué el que creo que ha sido el partido más serio de mi vida. Recuperé, corté, salvé, y evité varias jugadas peligrosas. Suficientes para que sus números cuatro, ocho, diez y veintitrés, dedicaran decenas de insultos que mi isleña fue capaz de entender y traducir.


Martes 1 de agosto de 2023

Tallin, Estonia

Recuerdo #719



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