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  • Foto del escritorCarlos Pinedo Texidor

660 - Una costa única.

Como decía ayer, Mallorca es una isla única. La sierra de Tramuntana es un puñal que separa, moldea y da esplendor a una isla interminable. Una serpenteante costa llena de refugios y guaridas de estraperlistas, piratas y demás diablos que como yo encontraron paz en ese rincón del Mediterráneo.


Por otro lado, Saaremaa es todo lo contrario. Una oda a la simpleza, a la sobriedad de la costa y cuyos refugios se resumen en pinares y prados verdes. Si Mallorca es la isla de la calma, Saaremaa debería ser la del descanso, porque a diferencia de la primera en Saaremaa no es que el tiempo se ralentice, sino que no existe.


Supongo que como todo metropolitano que sueña con ser isleño, encuentro en lugares como Saaremaa un recordatorio de la fragilidad de mi vida de ciudad. Difícil disfrutar sin ruido, sin matices  de ciudad. Aunque prefiero entender que mi huida del asfalto y ensalzamiento de lo costero se fundamenta en conocer la fragilidad de mi vida de capital.


Si hace un año me hubiera puesto a escribir sobre dónde esperaba estar en junio del veintitrés, es probable que alguna suposición hubiera derivado en un fracasado Carlos volviendo a Madrid, y hoy, doce meses más tarde bordeo una costa única e irrepetible.


Nunca pensé que acabaría a mis veinticinco recién cumplidos sentado en el tejado de un antiguo búnker, con Letonia en el horizonte, una mesa de mezclas a mi derecha, y a mi izquierda una guapísima isleña que tengo como novia.


Supongo, cosas de Saaremaa, que hoy ha sido un día perfecto para olvidarse del avanzar del tiempo, y entender que a veces, incluso Mallorca, todo rincón de paz necesita otro lugar de recambio.


Sábado 3 de junio de 2023

Saaremaa, Estonia

Recuerdo #660




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