Hoy he vuelto a competir, esta vez en mi debut de Copa. Un partido que sobre la mesa debería ser sencillo, pero no por ello más importante. Escribo esto en la mañana del sábado, algo más de quince horas después del partido, y aún con la piel de gallina siento los nervios de antes del partido.
El fútbol es especial, al menos para mí, lo considero un sacramento de la vida, un evento que merece ser celebrado y sobre el que me gustaría poder escribir toda la vida. Parafraseando a Fontanarrosa, si no se entiende qué es una pasión, y las pasiones son bastantes inexplicables, no se entiende nada de lo que pasa en el fútbol.
Tal vez por mi profundo amor por el fútbol ayer tuve que pedirle a Mer que me acompañara al partido. Tal vez por los nervios de mi debut en Copa necesitaba una cara conocida en la grada. Y tal vez por la fragilidad del fútbol sigo afrontando cada partido como si fuera el último, porque uno nunca sabe qué puede ocurrir dentro del césped.
El partido, exageraciones aparte, fue un recital que acabó doce a cero. Salimos a jugar con un 3-5-2, donde un cambio de última hora me hizo aparecer de carrilero derecho en lugar de central. Y dejadme que os diga, cuánto echaba de menos jugar de carrilero, y ayer, por primavera vez en mucho tiempo me sentí capaz, volví a ser ese cuchillo en la banda derecha que limpia y condena con elegancia
Ayer me salía todo lo que intentaba, controlé varios pases largos con el pecho (algo que no había hecho en mi vida) e incluso me fui en el setenta al banquillo con tres asistencias debajo del brazo. Y aún a pesar de la sonrisa de Mer junto a las bengalas de la grada y de las felicitaciones de mi entrenador, volví a casa algo triste, porque cada partido que termino es un partido menos que me queda por jugar.
Como decía al principio, la fragilidad del fútbol es única, y soy consciente de ella. Disfruto por verme jugar a este nivel a mis veinticuatro (casi veinticinco) y aunque este pueda ser mi último partido, el hecho de volver a casa intacto es un hecho que en sí mismo merece ser celebrado.
Viernes 4 de mayo de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #631