Otro día más en el que me levanto sin haber podido descansar. Me fui a dormir a las cuatro de la mañana, y aunque haya avisado a mi equipo de que iba a ir a la oficina a las once, esas dos horas extra no me han ayudado para nada.
Ha sido un día muy jodido, de esos enterrado en curro y que se complementan con varias tareas nuevas que aparecen por sorpresa. Y todo ello, para colmo, con una nariz amoratada y taponada por sangre.
El golpe de ayer fue duro, más que cualquier otro que he recibido en mi vida. Lo único bueno, es que en ningún momento he sentido dolor, y eso que he pasado toda la noche sangrando y sin poder respirar bien. Supongo que golpes como estos y su posterior resaca, son necesarios para poder valorar el tiempo que uno disfruta sobre el verde. O al menos prefiero verlo así.
Siempre digo que por motivos que desconozco mi umbral del dolor es muy alto. Apenas siento dolencias que deberían alejarme del verde, pero lo de hoy es distinto. No siento dolor, sino un cansancio excesivo consecuencia de la falta de oxígeno y la falta de sueño. Y por ello no me ha quedado otra que cancelar mi torneo de póker e irme a casa a dormir.
Hoy no ha sido un día destacable, más allá de la incomodidad de una nariz amoratada, hinchada y taponada por coágulos de sangre. Supongo que debería dar las gracias por tener los dientes intactos, los ojos impecables y una nariz que por lo que parece no está rota.
Sin embargo, hoy prefiero escribir este recuerdo a modo de queja. Quiero que cuando relea este recuerdo pueda volver a sentir la incomodidad del no poder respirar, o la imposibilidad de currar sin tener que taparme la nariz cada vez que la hemorragia volvía a hacer de las suyas.
Hoy ha sido un día propio de una resaca de un golpe, y supongo, que cuando relea esto dentro de varios años, seguiré sintiendo el mismo el escalofrío al pensar que he estado muy cerca de colgar las botas
Viernes 21 de abril de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #617