Mi inicio de semana no ha sido el mejor. Apenas siento las piernas, y cuando lo hago un sinfín de puñaladas me recuerdan que es eso de volver a entrenar.
Tampoco ayuda haberme despertado a las ocho y cincuenta teniendo reunión a las nueve. Menos mal que decidí cambiarme de casa y solo he tenido que correr los trescientos metros que separan mi cama de mi mesa. Si hubiera seguido viviendo en Jakobi, además de llegar tarde, habría llegado a la oficina con la imperiosa necesidad de arrancarme las piernas.
Pero no todo son quejas de cansancio y de dolor. Hoy ha sido un día de celebración, de esos que hacen que todo valga la pena. Hoy he vuelto a jugar al póker, y por primera vez en mi vida, he sabido jugar con rangos y variables como diría Negreanu.
He pasado por tres mesas y he eliminado a cinco jugadores. Un maravilloso póker de treses con menos de cinco ciegas me permitió ponerme como líder de la noche. Hasta que una vez más, pasó lo de siempre. Acorralado y fuera de posición tres jugadores con pocas ciegas delante me hicieron deshacerme de buenas manos, hasta que en una de esas que crees llevar el barco, aparece otro mayor.
Con todo ello, y habiendo pasado de ciento sesenta mil a algo menos de sesenta mil fichas he acabado en la mesa final. Donde una escalera mayor, y un trío mayor me han hecho abandonar la mesa.
Me gustaría decir que hoy ha sido un día de mucho cansancio, pero viendo lo bien que he jugado al póker me cuesta pensar que no haya sido un día de mucha energía.
Jueves 16 de marzo de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #581
