En la aventura número quinientos setenta y seis de este diario me ha tocado ir a Riga. Hace varias semanas Mer y yo decidimos escaparnos de Tallin, en parte por buscar una excusa para hacer más cosas juntos, y en otra por ayudarme a despejarme de la vida monacal que vivo.
Casualidades de la vida, Chris, un colega del curro también había decidido escaparse a Riga. Razón por la que hemos cambiado nuestros billetes de autobús por la comodidad de su flamante (y rápido) Tesla nuevo.
Hemos llegado a duras penas a Riga a eso de las dos. Con la batería rozando el tres por ciento y una ventisca suficiente para paralizar un país. Una aventura divertida y algo agónica. Pero con la mochila en el Airbnb, y la necesidad de café en vena, Mer y yo hemos sido capaces de curar las penas dando un paseo.
Hemos pasado mucho frío, y no del que puedes huir, sino del que te abraza por dentro y moja hasta el esqueleto. De ese frio del que te acuerdas toda la vida. Y una ciudad vestida con nieve suficiente para hacer inservible cualquier tipo de calzado.
Riga es una ciudad llena de sorpresas. Me recuerda en gran medida a Helsinki, pero con toques madrileños y algún detalle de La Recoleta bonaerense. Una ciudad de muchos matices, que estoy convencido que de no ser por la nieve y el frío me habría inspirado mucho más de lo que ya lo ha hecho.
Sábado 11 de marzo de 2023
Riga, Letonia
Recuerdo #576