Decía la mujer de Louis Armstrong que ella tenia que sujetarle las escaleras, mientras el subía los peldaños.
Siempre me empeño en tener todo bajo control, en que las piezas de mi puzzle vayan colocándose como yo quiero y espero de manera involuntaria. Cuando no encajan, no dejo que nadie me guíe para que lo anterior se cumpla. Intento solucionar los problemas por mi misma, sin pedir ayuda y sin aceptar manos ajenas. Puede que la culpa de esta actitud esté en el miedo que supone mostrarnos débiles frente a los demás y dejar que nuestras sombras se asomen a la superficie.
Esta frase, que descubrí en un libro sobre la historia del jazz, se encarga siempre de recordarme que todos en algún momento necesitamos a esa persona que se encargue de sujetar nuestras escaleras, de allanar el camino, de confiar en nosotros.
Tal vez sin su mujer, Louis Armstrong nunca se hubiese dado cuenta de lo maravilloso que es este mundo, ni lo hubiese hecho todavía más bonito con cada una de sus canciones; pues incluso los grandes genios necesitaron un bastón para llegar a serlo.
Escrito en Madrid por Elegance du Herisson
