Érase una vez un pueblo pesquero,
bordeado por montañas
y varios ríos llenos.
Florecían flores, las más raras, las más bellas,
se debía a la crecida,
de la marea que abraza a la tierra.
cada cuarta luna llena.
Érase una vez un joven náufrago,
llegado al pueblo,
de milagro.
Tejían las redes, las más duras, las más viejas,
se debía a los jóvenes
de la aldea que rebosa vida
en cada colorida esquina.
Érase una vez un sueño áspero,
fruto de una risueña
caña sin anzuelo.
He dado muchas vueltas a esta última poesía, ya van doscientos poemas y aún no sé de lírica. Me planteo si es lo mío, las rimas sin salida ya van miles de versos y aún no se improvisan. Son historias
Cuando era más joven, por no decir pequeño un músico maño, me enseñó el fuego, me dijo, “oye Lazarillo, tú tan cafetero, prueba esto, dame dos de limón, camarero” Probé aquella pócima, como si fuera v
En el libro anterior, sentía vértigo, me daba pavor llegar al final, no quería poner puntos sin más. Ahora que escribo, con algo más de estilo, que al menos entiendo las rimas que digo, me parece curi
