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  • Foto del escritorCarlos Pinedo Texidor

Tampoco es para tanto.

Actualizado: 15 jul 2021

Madurar es entre otras muchas cosas darse cuenta del excesivo valor que damos a los eventos especiales. Vivimos en una sociedad donde todo ha de tener un punto de inflexión, un antes y un después que delimite el cambio, sin ese momento nada se entiende.


No hace falta ir muy lejos, basta con acudir a cualquier periódico o publicación de Instagram. Textos y comentarios plagados de las maravillas de aquel antes y después. Los que escriben son especiales, porque han cambiado, mientras que tú, apacible lector eres uno más de los pobres que aún no han encontrado aquello que te hace mejor persona.


Famosos e ídolos de masas vendiendo y publicitando lo buenas personas que son ahora. Siempre son mejores después de su viaje espiritual, porque claro, debe ser que antes no lo eran. Pues permitidme que os diga, desconfiad de quién basa su vida en los puntos de inflexión, porque la vida no es eso, tampoco es para tanto.


Poco sentido tiene defender esta idea y enarbolar la bandera contra los libros de autoayuda y las publicaciones motivacionales sin aportar un argumento opuesto. También os diré, que no estoy libre de pecado, he sido un gran defensor del “ese libro me cambió la vida”. Incluso volví de Vietnam siendo una persona distinta, o eso creía. Al final es lo mismo de siempre, los viajes y libros te cambian el tiempo que logres convencerte de la mentira que acompaña tu regreso. Ni ese autor es un profeta ni tu viaje es para tanto. A mí se me acabó la tontería del "no soy el mismo después de dormir con la tribu de Sapa" cuando me di cuenta que para ligar servía una vez, dos a veces y ya a la cuarta te mandaban a otro perro con ese hueso,


No me hacia falta recorrer más de doce mil kilómetros para darme cuenta del sinsentido en el que vivía. No necesitaba escribir muchas de las ideas que aquí siguen para entender que me equivocaba. Los procesos no se materializan en puntos de inflexión, sino al revés. Un punto de inflexión se concreta con la perspectiva del tiempo. Solo puedes hablar de cambio cuando te das cuenta de la tendencia. El punto sin la tendencia no es nada, y la tendencia sin el punto lo es casi todo.

Cuando hablamos de proceso tendemos a centrarnos en un inicio, y rara vez hablamos de desarrollo. Creo que nos obsesionamos con los días clave, no es casualidad que las inscripciones de gimnasio aumenten cada primer día de septiembre, enero y vuelta de Semana Santa. Todos buscamos el día cero, un punto de inflexión donde podamos jugarnos todo. Una casilla de una ruleta a la que jugar todo al rojo. Pero permitidme que os diga, tampoco es para tanto, al final te olvidas del cero verde, y claro, vuelve a ganar la casa.


Para mi el riesgo radica ahí, creer que es necesario un día clave, un punto de inflexión que te catapulte a tu nuevo yo. Al final tendrá razón Diego Pablo, fecha a fecha, partido a partido. El Atleti es campeón no por aquel día en Pucela, sino por todos aquellos donde aún jugándose todo salió sin un duro después de ver a la banca frotarse las manos con el cero verde. Sin las rachas de derrotas, sin las sufridas victorias no habríamos ido a Neptuno. Dos pasos hacia delante y otro hacia atrás, y con perspectiva, la tendencia es la suficiente como para avanzar.


Tal vez debería volver a mis recreaciones de antaño y hablar de lo mucho que me ha cambiado un determinado evento, pero creo que asegurar que algo tan aislado es capaz de moldear y marcar un antes y un después de una forma tan abrupta dice poco del carácter de uno. El carácter ha de ser constante y moldeable en el tiempo, pero nunca alterado de manera brusca. Al igual que en la naturaleza, los grandes parajes y en especial aquellos de gran belleza se producen tras miles de años de constante cambio. Rara vez podemos encontrar belleza en aquello que debe su condición a un hecho concreto, a un punto de inflexión. Podríamos incluso hablar de la metamorfosis, la mariposa es tal no por salir de la crisálida, sino por todo el proceso. Es una tendencia de cambio, jamás algo repentino.


Muchas partes de este texto son ideas recicladas de un viaje a Perito Moreno, lugar de gran belleza que además encaja con la idea que aquí quiero contar. Los glaciares son acumulaciones de nieve y hielo, masas moldeables que erosionan en un proceso eterno el valle sobre el que reposan. Son un cambio constante entre todos los entornos que ahí convergen y lo mejor, la nieve que hoy precipita no llegará al mar hasta dentro de varios cientos de años.


Al igual que todos nosotros (permitidme la confianza) somos mucho más que personas en busca de su cambio, andamos peleándonos con nuestros propios valles, viendo la nieve caer mientras que trozos de nosotros, que a su vez fueron nieve hace años, se desprenden en cada uno de nuestros mares. Nos creemos efímeros cuando somos casi eternos.


Paciencia, partido a partido y glaciar a glaciar porque ni si quiera aquel viaje fue para tanto.

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