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  • Foto del escritorCarlos Pinedo Texidor

La belleza de lo ineficiente.

Actualizado: 7 ago 2021

El orden, la simetría y la calma son amigos de la belleza. Todos buscamos la paz en los sitios más hermosos, rara vez apreciamos la belleza en lo que se escapa de nuestro control. Un paisaje, por muy bonito que sea, deja de serlo cuando algo externo perturba nuestra eficiente y ordenada belleza. En esta vida, todo se escapa de nuestro control. Muchos de nosotros buscamos una calma que no existe. Deseos e ideas constantes en busca de una escapada fuera de nuestra ajetreada ciudad. Será por la poca belleza madrileña.


Tal vez sea por eso por lo que cuando Corti me escribió para ir a competir a Andorra mi primera idea fue un “me vendrá bien la calma fuera de Madrid”. Dejadme que os diga, mi paso por Andorra ha sido de todo menos calmado, y todo lo bueno que traigo poco o nada tiene que ver con la tranquilidad que ansiaba.


Han sido cuatro días con sabor a una semana, horas interminables de rompecabezas para coordinarnos entre más de diez personas. Aún sigo sin entender cómo fuimos capaces de dominar las calles andorranas para entre parking y río distribuir personas, bicicletas y mochilas. Esperas y silencios eternos entre los “¿Quién tiene las llaves?” y los “¿Seguro que cabemos?” Silencios que muchas veces acababan con un cariñoso y delicado insulto mientras andábamos de un lado a otro. Silencios siempre animados por Jelen, Medi y Lali incluso cuando se acordaban de nuestros familiares por no habernos enterado de donde había que llevar las bicis


Tiene mérito el viaje, ya no por la carrera en sí, sino por todo lo que lo ha rodeado. Cada segundo que pasa más convencido estoy que la carrera era la excusa, y siendo sinceros, bendita excusa. Estoy bastante orgulloso de haber acabado de rebote en uno de los viajes más interesantes de mi vida. Muchas veces uno se lleva recuerdos concretos, amigos o imanes, yo me llevo una faceta nueva, la belleza de lo ineficiente.


Decía Calamaro, entre otras muchísimas cosas “que se dice de mí que nunca vuelvo y siempre me estoy yendo a ningún lugar”. Ese es el problema y la razón por la que este viaje ha sido tan especial. Me subí al coche de Miguel pensando en volver sin realmente saber cómo iba a ir.

El viaje de ida se me hizo rápido, no por la compañía de Pablo y Cristóbal, sino por los cientos de pensamientos que al igual que Calamaro, se iban a ningún lugar. En cambio, hoy el viaje se me ha hecho insufriblemente largo. No por ir sin espacio entre Chete y Carlos sino por la paz que tenía en mi cabeza. Pocos pensamientos de los que nunca vuelven, todo ideas y recuerdos de los días más bellos e ineficientes de mi vida.



Rescatando un poco la idea del inicio, sobre el papel mi viaje podría asimilarse a una Crónica de una muerte anunciada. Cualquiera que hubiese hablado conmigo días antes del viernes podría haber intuido que estaba incómodo. Al igual que a Santiago Nasar algo se me escapaba, y ese algo era la falta de información. Poco más de un día antes fue cuando supe quienes íbamos, a dónde y lo más importante qué se esperaba de mí. Cuesta creer que haya sobrellevado tal incertidumbre con tanta calma, quienes me conocen saben que intento no dejar elementos al azar. Aunque como me dijo Mike después de comer, "que sea lo que sea", y creedme si os digo, que al final fue lo que tuvo que ser, y sino preguntad a Mario, Guete, Ramiro o Ponga.


No solo fue lo que tuvo que ser, sino que además durante los diez kilómetros de la subida a Coll de Ordino no podía parar de reprocharme a mí mismo no haber sido más eficiente en mi entrenamiento. Sufrí mucho, me faltaron horas de preparación, casi tantas horas como tiempo perdido por la ineficiencia del día antes. Una ineficiencia que al igual que mi falta de entrenamiento hacen de este viaje tremendamente hermoso.


Cuando llegué al borde del desmayo a la transición de la bicicleta vi a Corti saliendo de los baños, una mancha colorida gritándome desde la valla y a Leo y Fer intentando preguntarme cómo estaba. Fue una llegada muy distinta de la que tenía en mente. Cuando salí de Madrid yo pensaba llegar a la transición aupado por todos y con la elegancia de un triatleta experimentado.


Dejadme que os diga que no estuvo ni cerca, parafraseando el cruce del Rubicon vine con la bici, vi a Corti, y perecí. Una vez más un momento increíblemente especial alejado de toda eficiencia y orden. Una vez más la belleza de lo ineficiente.


No sabría decir si realmente buscar la calma en lo caótico e ineficiente es algo que haré, lo que si sé es que entre otras muchas cosas este viaje me ha ayudado a darme cuenta un poco más de lo necesario que es saber apreciar la belleza cuando lo ineficiente gane el pulso a la calma ansiada. O al menos ser consciente de los matices, antes de que el hoy se convierta en el futuro en los “good old days”.



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