He tenido la suerte de vivir mi infancia y adolescencia alejado de enfermedades y alergias. He vivido una vida cómoda y sin preocupaciones de salud, y quitando algún susto puntual fruto del fútbol, puedo decir que no recuerdo dolores de cuerpo o alma.
Desde que llegué a Tallin sufro una alergia repentina que aflora en el mes de abril. El año pasado achaqué mi malestar a las obras del barrio en el que vivo. Ahora, con las aceras adoquinadas y los árboles plantados, vuelvo a recuperar el ardor nasal y la inflamación ocular. Y salvo por una obra delante de mi edificio, no entiendo que puede provocarme este malestar.
Me temo que en mí ha cuajado una alergia al polvo que es más dura de lo que puede parecer. Apenas puedo respirar y cerrar los ojos es una dura tarea que acaba con pupilas dilatadas y retinas enrojecidas. Parece que esto va enserio y paradójicamente lo único que me calma es correr al aire libre.
Hoy he tenido que trabajar desde casa. La moqueta de la oficina tiene casi tanto polvo como los escombros de la antigua casa de pescadores de delante de mi casa. Apenas puedo estar en la oficina sin estornudar cada pocos minutos. Y aún sufriendo al respirar hoy he acabado entrenando con más intensidad que otras veces.
Jueves 11 de abril de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #973
