En nuestros casi cincuenta metros cuadrados vivimos holgadamente. Paco se ha adueñado de varios escondites en los que ni Mer ni yo cabemos. La nueva distribución del sofá nos permite tener más espacio para libros y vinilos, y al compartir gran parte de la ropa los armarios no son un problema.
Me resulta fascinante lo que el ser humano es capaz de hacer en un espacio. Dotar de sentido al lugar en el que se vive, y por ende, convertirlo en hogar, es una tarea preciosa. A menudo se confunde dicho hacer con el tener. No se hace más hogar cuanto más se tiene, y sin embargo, después de sendas visitas a Ikea, puedo decir que ayuda.
Como buen animal de contradicciones no apoyo el consumismo mobiliario, y sin embargo lo practico. Resignarme a tener un salón bonito ineludiblemente conlleva consumir. Es por ello que sólo me queda consignarme al Dios dinero y apoquinar por bienes de decoración, aunque lo haga a regañadientes.
Después de varios meses rumiando la misma idea me hayo en la encrucijada de destinar más dinero al hogar. Tras un año de constante inversión hogareña y cuando por fin la considero finalizada, no puedo evitar pensar en un nuevo hogar con una habitación extra en la que montar mi pequeño despacho.
Llevo todo el día buscando apartamentos en Kalamaja, y aunque este recuerdo lo escriba felizmente desde la barra americana de mi cocina, no puedo evitar soñarme en un gran escritorio custodiado por volúmenes literarios sin leer.
Supongo que el hogar por muy hogar que sea nunca está completo, y al igual que ahora es un despacho en no mucho tiempo serán hijos y un pequeño porche desde donde verlos jugar.
Lunes 1 de abril de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #963
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