Cuando hinqué el mástil en la calle Soo no pude imaginar lo mucho que se podía aprovechar un espacio de cincuenta metros cuadrados. Mi casa, un apartamento que en su día era un espejismo de soledad, se ha convertido en un acogedor rincón de plantas y música. Un lugar que poco tiene que ver con el desértico espacio de enero del veintitrés.
De vez en cuando, y tal vez por mi característica inquietud, sufro impulsos que me obligan a concentrar mis esfuerzos en alguna tarea poco habitual. Hoy, madrugón de por medio, no he podido evitar poner el salón patas arriba.
Como toda casa de alquiler, uno a veces se ve limitado al mobiliario que se entrega con la firma del arrendamiento. En mi caso, un sofá gris que deja mucho que desear y una estantería que se come medio metro de la pared. Pequeños inconvenientes con los que he sabido jugar. Pequeños detalles que hoy se han convertido en centro de mis esfuerzos ordenados.
Varios cafés más tarde y un par de horas de aspiradora después Mer y yo hemos conseguido ganar varios metros al salón. Y gracias a nuestras decena de visitas a Ikea hemos logrado aprovechar varios muebles que poco tienen que ver entre sí.
Domingo 17 de marzo de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #948
Kommentare