Vivo a pocos metros del trabajo. Los suficientes como para poder pasear alegremente con Paco de cama a mesa, algo que se ha convertido en mi habitual momento de tranquilidad.
Mi oficina, y por ende mi casa, está situada en uno de los barrios recientemente gentrificados y convertidos en lugar de residencia de otros inmigrantes que al igual que yo hemos hecho de Estonia un lugar en el que crecer. Kalamaja, a pesar de su gentrificación, es un barrio en el que las antiguas casas de pescadores ("kala" = pescado y "maja" = casa) fábricas y la prisión, conviven con edificios de nueva promoción, algo que a mi parecer son unas precias vistas de mi camino matutino.
Más allá de paseos matutinos, muy de vez en cuando aprovecho la salida del trabajo para hacer el camino contrario. En lugar de callejear por la calle Jahu o Põhja pongo rumbo a Linnahall, aunque no llego a adentrarme en el monumento al que tanto cariño tengo.
Hoy al salir de trabajar, motivado por otro inicio de semana satisfactorio, he aprovecho a peregrinar a orillas de Linnahall, lugar donde se encuentra una gasolinera de la que guardo muchos recuerdos. En ese Circle K compré provisiones para un aperitivo con mis padres y otros tantos con Mer. Es una humilde gasolinera por la que suelo correr y que a su vez custodia Kuulturikatel, antigua fábrica reconvertida en sala de conferencias, de la que tantas veces he escrito.
Lunes 26 de febrero de 2024
Tallin, Estonia
Recuerdo #928
