Cuando hice las maletas rumbo a Estonia escribí algo así como que mi vida cabía en dos maletas y una mochila. En aquel entonces, desapegado de mi vida madrileña negué la vida que dejaba atrás. Mis vinilos, libros, ropa y decenas de artefactos personales que recuerdo con cariño. De las pocas cosas personales que metí en aquellas maletas fue una escultura de mi padre mandada hacer cuando volvió a nacer en el año dos mil seis. La escultura, que lleva por título “La vida por delante” me servía y sirve de recordatorio de que la vida es mucho más de lo que parece, razón por la que me he rendido ante mis recuerdos y hoy recibo siete cajas con gran parte de mi vida.
Nunca pensé que fuera a hacer de Tallin mi hogar. Reconozco haber sospechado que podría ser una de mis opciones, pero jamás intuí que mi vida adulta comenzaría de la mano de una isleña y una ciudad que me ha acogido como un hijo. Supongo que el vértigo inicial fue poco a poco dando paso a la serenidad de la vida familiar en la distancia, razón por la que sigo viendo las horas pasar cuando me siento delante de la escultura de mi padre. Razón por la que hoy he sentido cierta satisfacción al deshacer siete cajas de mi vida madrileña.
A mis veinticinco años he tenido la enorme fortuna de acumular una serie de posesiones que guardaré con cariño el resto de mi vida. De mi padre guardo corbatas, bolígrafos y varias prendas de ropa de su juventud. De mi madre guardo una preciosa biblioteca, vinilos que deberían estar en un museo y una pequeña colección de cámaras que uso en mis aventuras del Báltico.
Mis padres, en su generosidad, han logrado que cada uno de mis hermanos hayamos hecho nuestro alguno de sus recuerdos de juventud. Todos tenemos algún reloj que hemos visto a nuestros padres vestir en momentos de nuestra infancia. Y mientras escribo estas lineas, con las siete cajas distribuidas en mi pequeño apartamento de cincuenta metros cuadrados, pienso en cada uno de los recuerdos que evocan las decenas de posesiones heredadas.
Viernes 20 de enero de 2024
Tallinn, Estonia
Recuerdo #890
