Noviembre en Tallin suele ser un mes poco querido por los que aquí viven. La oscuridad cubre las calles, el sol se esconde detrás de las nubes y lo poco que adorna los caducos árboles son las gotas de una incesante lluvia.
Para mí, noviembre no es mucho peor que marzo, mes donde el deshielo convierte la ciudad en un extenso charco. Noviembre, mes en el que la nieve deja sus primeras pinceladas, es para mí un mes precioso. No tanto por la belleza absoluta, si no por el contraste de lo que Tallin ofrece.
El año pasado, creo recordar que en estas mismas fechas, Tallin vivió una de las ventiscas más intensas de las últimas décadas. Se podría decir que el primer invierno que viví aquí fue algo anómalo. Razón por la que hoy, al amanecer con una preciosa y delicada nevada, he sonreído al ver la belleza de las primeras nieves.
Una vez más, como tantísimas otras mañanas mi querida Mer y yo, esta vez abrigados y con botas, hemos peregrinado a uno de nuestros rincones favoritos. Y como tantas otras veces, alternando español, inglés y estonio, hemos disfrutado de café, hojaldres y la simplicidad de una vida adornada por la nieve.
Sábado 25 de noviembre de 2023
Tallin, Estonia
Recuerdo #835
